Un hombre que fabrica ensueños con sus pupilas, se detuvo ante los pies inmóviles y desiertos de huellas.
Contemplando el gesto de su piel desde la cima de un escalón delirante, no acercó sus yemas- ignoraba que sus poros no soportan esa distancia-.
Trozos de amarga soledad y ventanas heridas por el polvo acumulado, rondaban su cuerpo como el aire ahogado por el pregusto de muerte saboreado entre sus gemas dormidas.
El cencerro de cadenas que corren a la par de los pies esclavizados de segundos enteros, aullaba como el viento de tormenta.
Pero su iris detuvo el tiempo entre sus manos.
Y el silencio dejó de roer por un rato dentro de su sombra.
Aquello que nos obliga a perdonar el necio instinto de apuñalarnos con rencores, se desmembró ante la miel untada en la verba.
El giro apurado del anillo cayendo y temblando.
El miedo de sus ojos, de ver y no ser escuchados.
Inmediatamente tendemos a disimularnos entre hilos difusos de lunas
pasadas... siempre son espejo de lo remanente.
Y entonces, el cuerpo pide la embriaguez del roce permitido en la mesura de las manos.
Almohadas de vientre.
Ojos de Otoño
Néctar que rocía el aire mientras duerme.
Y todavía.
Y aún.
Cuando la vida deja de ser eterna lejanía,
las manos duermen siestas
en cada rincón
donde la piel respira
y se hace eterna...
Este esta guardado en mi boveda, te lo presto para compartirlo con el mundo, es demasiado hermoso para dejarlo ahi solito... pero es MIO!
ResponderEliminarGRACIAS!!!