El útero del tiempo está sobre las manos, fabrica su pulso mientras lame huellas ya orilladas.
Corres,
go
te
as,
inundas cada vena a trasluz.
Y la boca abierta en la tierra por cada segundo caído, se hace más profunda.
Perforada.
Atravesada.
Y socavada.
Te propagas en ese espacio, formando la garganta seca y desierta que nunca grita por encima de la tinta.
El consuelo infame de pensar que mientras más profundo cave el dolor, más cielo se podrá luego contener.
Y el tiempo que descansa entre mis manos.
Juega con mi piel.
Dejándome caer en el vacío que me hereda.
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