Este espacio intenta ser un pasadizo que da luz a las pequeñas piezas interiores que conforman quien soy.

viernes, 13 de agosto de 2010

La tierra absorbe las raíces que se derraman. Cada gota bebida, cada palma acunada.
El cielo en su espesura canta de la brisa que la empaña; un suave romance silba sobre la almohada. Y sobre los pies, la arena que se escurre acompañada.
Horas y horas, erguida con la mirada entrelazada. Y huele, huele del aire que la empapa.
Siglos enteros pueden morderla. Minutos cansados de largas esperas. Pero erguida deja que el viento le muestre sus formas, las más bellas, las más pesadas; aun aquellas que, eternas, se ondean espinadas. Y las que danzan, las que se toman ese minuto de calma mientras los cabellos murmuran cerca de su oído. Es el sonido del silencio. Es la música del alma.
Y cerca, a la altura de sus rodillas, miles de flores cosquillean. Pies descalzos, viento helado que se adentra por el pecho, inundando. Y otra vez la música, el sonido de sus manos. El murmullo de las yemas respirando.

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