El tapiz que fue tejido y se extendió sobre mis pieles, cubriéndolas, acunándolas. Un paño que duerme en el leve silbido de un verde pequeño, agitado por los vestidos de una brisa. Por dentro, y hacia afuera. Como un efluvio. Como la llama que ondea su extracto, y lo deja ir, mezclado de esa sensación nueva -tan mía- que se apresura a cualquier impresión en los sentidos.
Vestida de aire.
Con la lentitud propia del recuerdo.
Y se dirige delante en el tiempo.
Gobierna.
Se asume como matriz de nuevos tisajes.
Cuántas luces se ha llevado?
Cuántas horas de insomnio y de sueño cargado?
Sólo así, vestida de aire.
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